Autor: Vicente J. Díaz García
Fotografías: Orlando Torres Sánchez
Hay tres aspectos que podemos destacar cuando hablamos de turismo rural en la Isla de Gran Canaria: el primero tiene que ver con la recuperación del patrimonio arquitectónico rural, el segundo con la conservación y revitalización del paisaje interior, y el tercero con la introducción de nuevas actividades económicas en el mundo rural.
Patrimonio, paisaje y actividad económica son, por lo tanto, los tres argumentos que vamos a utilizar para defender la importancia de realizar una apuesta decidida por el turismo rural. Entiéndase que no es la única forma, ni tampoco la mejor (ojalá una renovada agricultura fuera capaz de cambiar la tendencia de las últimas décadas); sin embargo, sí parece una de las opciones más creíbles en las actuales circunstancias económicas.
Patrimonio
La arquitectura rural tradicional, o sea, aquellas edificaciones que sirvieron de alojamiento (principalmente hasta mediados del siglo XX) a la población rural formaban parte de un ecosistema en el que las actividades principales eran fundamentalmente la agricultura y la ganadería. En aras del máximo aprovechamiento de los recursos, los espacios dedicados a residencia ocupaban las zonas no productivas o menos aprovechables de las parcelas. En realidad, los edificios que en muchos casos figuran hoy en catálogos arquitectónicos municipales de protección son sólo una parte, tal vez la parte originalmente menos importante, del conjunto patrimonial que representaban las explotaciones agrarias.
En la actualidad hablamos de un patrimonio que se encuentra en manos de pequeños propietarios (tal vez los herederos de aquellos que nacieron o vivieron en esas casas), un patrimonio que, en el mejor de los casos, se ha convertido en segunda residencia para los fines de semana, y, en el peor, se encuentra abandonado e incluso en estado de ruina. Por último hablamos de un patrimonio que ha perdido su función original como vivienda de campesinos y se encuentra en un estado de indefinición funcional que augura su lenta y agónica desaparición.
El turismo rural, a veces contando con apoyos públicos, ha podido contribuir en parte a la recuperación de algunas de estas edificaciones. Con mayor o menor sensibilidad hacia lo que representa dicha arquitectura, gracias al turismo rural se han puesto en valor -y sobre todo en uso- elementos concretos de nuestro patrimonio que se encontraban abandonados o en ruinas.
Paisaje
El paisaje rural y natural de Gran Canaria posee un alto valor, como bien sabe el propio sector del turismo de la isla. Cada vez con más frecuencia, los modelos del “todo incluido” o del “sol y playa”, demandan una serie de experiencias y de vivencias que complementen la oferta principal. Cada día guaguas llenas de turistas o caravanas de coches de alquiler realizan recorridos por todos los rincones de la isla en paquetes muy específicos y dirigidos a rentabilizar el disfrute del paisaje y las bellezas naturales y rurales, pero con escasa repercusión en la economía local de los lugares por los que estos turistas pasan.
También el turismo rural se vale del paisaje para su desarrollo. El turista rural busca algo más que el alojamiento cuando elige las casas rurales. Busca paisajes y paisanos/as, busca autenticidad y experiencias. En el caso del turismo rural, al contrario del turismo de masas, cada casa rural se convierte en un motor para la recuperación de ese paisaje en el que se inserta, propiciando la limpieza del entorno y también propiciando, en la medida de lo posible, la puesta en uso de la agricultura y la ganadería de la propia finca o de los alrededores.
Actividad económica
A la dramática reducción del porcentaje del PIB que representa el sector primario en la isla de Gran Canaria (pasó de un 40% en la década de 1960 a menos de un 4% en la década actual de 2010), debemos sumar la casi absoluta dependencia en la que vivimos con respecto al abastecimiento de energía, de alimentos o de cualquier otro elemento necesario para nuestro actual nivel de desarrollo.
En Gran Canaria el punto de partida para avanzar en las tres soberanías (alimentaria y energética, a la que añadimos la económica) es prácticamente el cero, por lo que una parte importante de los esfuerzos futuros deberían ir encaminados a corregir este gran desequilibrio. En ese contexto el turismo rural, que actualmente supone menos del 0,3% de la actividad turística de la isla, representa sin embargo una gran oportunidad para incentivar la actividad económica en el mundo rural. El turista rural es una persona que ama la naturaleza, que tiene un alto poder adquisitivo, así como un gran interés por la cultura. Hablamos de un turista que busca algo más que el descanso y la comodidad y, por supuesto, algo más que el sol y playa con el que se identifica a Gran Canaria desde hace ya demasiado tiempo. Es un turista que alquila un coche y recorre los pueblos del interior de la isla, que come en restaurantes locales, compra quesos, vino y artesanía a veces directamente a los productores o artesanos, que disfruta del paisaje y practica turismo activo y deportes como la escalada o el buceo, que precisan conocimientos y equipos especializados. En definitiva hablamos de un turista que gasta su dinero en la isla y lo distribuye entre muchas empresas o personas.
Inconvenientes
Dicho esto, la realidad nos dice que, a pesar de ponernos de acuerdo con las causas o el diagnóstico del problema, todavía estamos muy lejos de encontrar las soluciones adecuadas para evitar que continúe empeorando la situación.
Gran Canaria posee un importante patrimonio arquitectónico que reúne condiciones idóneas para el turismo rural. También posee paisajes de sobra conocidos que requieren de cuidado y atención. Por último, el campo de Gran Canaria sigue ofreciendo suficientes servicios y actividad económica para dar respuesta a esta demanda. En el caso del patrimonio arquitectónico los principales inconvenientes serían la fragmentación de la posible oferta (muchas casas, muchos propietarios) y el elevado coste de la rehabilitación que hace inviable la inversión económica. En el caso del paisaje nos encontramos por un lado con el abandono de los cultivos que acelera su deterioro, pero, sobre todo, nos encontramos con la pérdida de la cultural rural que desequilibra definitivamente el ecosistema existente.
Por último, con respecto a las actividades económicas nos encontramos, por un lado, con la misma fragmentación vinculada con el aislamiento y la economía de subsistencia del que proviene dicho sector (venta de productos agrícolas, elaboración de quesos, pan, gofio) y, por otro, con modelos artesanales de producción que no evolucionan al ritmo que lo hace la demanda.
Buenas prácticas
Sorteando todos estos inconvenientes, son muchas las buenas prácticas que han ido surgiendo en los últimos años y que en la medida de sus posibilidades han abierto caminos nuevos e interesantes para revertir esta situación. Empresas de turismo activo que están trabajando en itinerarios respetuosos y sostenibles, que utilizan y también nutren ese mundo rural. Asociaciones empresariales en el campo de la agricultura, de la elaboración de quesos o de vino, que están contribuyendo a la unión del sector o bien empresas innovadoras que, a veces con el apoyo de las Administraciones Públicas, están abriendo nuevos mercados (aceite de oliva, café, caracoles) que diversifican y renuevan la oferta.
En el caso del turismo rural nos vamos a detener en una experiencia única en las islas que está logrando sortear, no sin grandes dificultades la crisis por la que está atravesando el sector. La Cooperativa Grantural, formada por propietarios de casas de arquitectura rural tradicional destinadas al turismo rural, es uno de los mejores ejemplos de apuesta decidida por el desarrollo de esta actividad en Gran Canaria. A finales del siglo XX el apoyo de las Administraciones Públicas Canarias, en parte con fondos de la Unión Europea (Iniciativa LEADER), propició la cofinanciación de obras de rehabilitación de edificaciones tradicionales. La Asociación AIDER-GC, encargada de la gestión de dichos fondos en la isla, impulsó entre los propietarios beneficiarios de aquellas ayudas la creación de una cooperativa que se encargara de la promoción y comercialización de la oferta de sus casas. Así, en diciembre de 1999 comenzó a funcionar la cooperativa como fórmula empresarial que permitía a pequeños propietarios unificar criterios, caminar juntos en la toma de decisiones y sobre todo, crear una central de reservas encargada de esa promoción y comercialización de las casas rurales.
Han pasado 14 años desde aquellos primeros pasos y, en la actualidad, Grantural puede considerarse un referente en cuanto al modelo de gestión y unificación de esa oferta atomizada que representan las casas de turismo rural. En la actualidad Grantural gestiona directamente 30 casas rurales de Gran Canaria, pero además está comercializando más de 60 casas rurales de Fuerteventura, Tenerife, La Palma, Gomera y El Hierro. Además Grantural contribuye como un actor muy importante tanto dentro del sector del turismo rural, formando parte de la Asociación Canaria de Turismo Rural (ACANTUR) y en la Asociación Nacional (ASETUR), como por su aportación en los órganos de participación de la Reserva de la Biosfera o la propia AIDER-GC.
Texto tomado de: https://www.atlasruraldegrancanaria.com