Desde el auditorio Alfredo Kraus a la Puntilla, Las Canteras es el verdadero escaparate de la vida de Las Palmas de Gran Canaria, por ella pasa todo y todos pasan por ella. Locales, turistas o corredores disfrutan de los cuatro kilómetros de animado paseo marítimo a lo largo del cual se suceden los hoteles y apartamentos que afloraron con el boom turístico y un sinfín de terrazas y terrazas de bares y restaurantes con vistas al mar. Si los bañistas se reparten por los más de 2 kilómetros de arenal, la Puntilla es el sitio de los pescadores, y los apasionados al surf han encontrado su espacio en la zona de la Cícer, donde la Barra –el arrecife que recorre gran parte de la playa– desaparece y las olas llegan a alcanzar los 5 metros de altura.
No hay que alejarse de este gran parque urbano que los grancanarios disfrutan los 365 días del año para ver que en Las Palmas de Gran Canaria pasan muchas otras cosas y algunas están dando mucho que hablar en los últimos meses como prueba de que algo se está moviendo en la ciudad.
Tabaiba es la primera, que, además de ser una flor autóctona, es el restaurante del chef Abraham Ortega (tabaibarestaurante.com), y acaba de conseguir su primera estrella Michelin por su cocina canaria evolutiva y transgresora. Y a solo 10 minutos caminando, en el número 10 de la calle Fernando Guanarteme, está el restaurante minimalista Nákar, con sus propuestas de cocina de autor con influencias vasco-navarras (en la imagen).
Tomando desde la playa la calle Luis Morote se llega rápidamente al céntrico parque de Santa Catalina, donde abre sus puertas Catalina Plaza (hotelcatalinaplaza.com), que se presenta como «el primer hotel sostenible» de la ciudad. Su apuesta por ser ecoeficiente y responsable con el medio ambiente se traduce en jardines verticales que se riegan con agua de lluvia, habitaciones con domótica, recepción virtual las 24 horas del día desde el móvil, iluminación LED por sensores, energía fotovoltaica o la participación del huésped para ayudar a la huella de carbono y reducir las emisiones de su estancia.
Sin salir del hotel, en el rooftop, con el océano de fondo, hay una zona de relax y ocio con jacuzzi, fitness, terraza y Muxgo, el restaurante de Borja Marrero que está revolucionando la ciudad por su rigurosa cocina cien por cien kilómetro 0 en «círculo cerrado». El reconocimiento le ha llegado con la estrella Verde Michelin 2023, la primera de las Islas Canarias, un galardón que ha recibido solo 10 meses después de su inauguración y que, nos dice, ha sido «un chute de motivación».
Cuando uno llega a Muxgo lo primero que sorprende son los dos huertos de la terraza, uno horizontal y otro vertical, donde Borja Marrero cultiva cebolla roja de Gáldar, remolacha, zanahorias, hierbas aromáticas, berros…, todo depende de la temporada. Son las materias primas con las que adorna algunos de sus platos contemporáneos, porque el resto procede de su «despensa propia», las fincas ecológicas, las granjas, la quesería o el obrador que posee en su Tejeda natal, en el centro de la isla, rodeada de las cumbres de Gran Canaria y en medio de un entorno que la Unesco ha declarado Patrimonio de la Humanidad.
Es el paisaje de estas cimas volcánicas el que el chef traslada directamente a la mesa para hacer una «cocina de territorio». Y lo hace con una maestría indiscutible y un asombroso alarde técnico y creativo, al que ha aportado su formación con grandes de la cocina como Adrià, Arzak y Ramón Freixa o sus viajes por Estados Unidos y México. Su proyecto personal comenzó hace 7 años en su pueblo –donde sigue viviendo–, y tras esta aventura en Las Palmas de Gran Canaria, ya tiene pensado regresar a él para «hacer un concepto más radical: abrir un restaurante para solo diez personas en medio de la finca, con la cocina en el centro y las cabras alrededor. Un lugar de temporada, solo abierto 7 meses al año, donde la gente se sienta en casa y disfrute comiendo y viendo el atardecer del invierno con la montaña sagrada de Bentayga enfrente y el roque Nublo a la izquierda».
Borja Marrero es un chef inquieto, es el mismo el que recibe y atiende personalmente a los clientes de su restaurante como si fueran invitados a su casa. Solo una veintena, porque su propósito es hacer que disfruten de «una experiencia real y honesta». Se le ve feliz moviéndose por su elegante sala, explicando personalmente los menús, dando directrices a su equipo en la cocina abierta, hablando de su «respeto por la tierra, la cultura y la gastronomía canaria» y su proyecto «fruto de la reflexión y el fuerte compromiso con la sostenibilidad del entorno».
Una mazorca de millo (maíz), una piña y una hoja de tunera (chumbera) sobre la mesa dan pistas de lo que uno va a probar en su menú, que en realidad son dos para elegir, uno corto (55 €) y otro largo (90 €). Los Orígenes y Lo más profundo de Tejeda comparten aperitivos: tartar de hierbas silvestres bañado en leche de oveja, corteza de pino canario, millo crujiente y cabra y escabeche de fresa amargo. Pero es en el segundo donde estalla toda la creatividad de Borja y su comunión con la naturaleza, con platos como la sopa de queso tibia ligada con bienmesabe, la papa confitada en leche de oveja, la lubina sellada con salsa de alfalfa y heno cítrica y ahumado con carbón de olivo o el despiece de oveja canaria.
Muxgo, bautizado, cómo no, haciendo alusión al entorno Tejeda, ofrece también un menú basado exclusivamente en esa planta silvestre y masiva en Canarias que es la tunera, y con la que el estrella Verde explora todas las posibilidades, elaboraciones y texturas para crear recetas tan deliciosas como sorprendentes: lingote cremoso de tunera, chupito de sopa de tunera, tartar de tunera con leche cítrica de tunera con toque picante, gominolas o bombones de tunera… «Un menú experiencial que está teniendo muy buena aceptación» y que se puede degustar por 50 € y reservando con 24 horas de antelación. Así es la apuesta de Marrero, un chef centrado en seguir creando marca Canarias, marca Tejeda.
Texto tomado de: https://www.hola.com